El expresionismo como movimiento artístico


En la década de 1880 la cultura alemana estaba caracterizada por un forzado estado de optimismo, expresado en su monumental arquitectura, la sentimentalización de su mítico pasado germano y la completa ausencia de espíritu crítico, excepto en las ciencias naturales y en la tecnología. Mientras este falso sentido de seguridad se derrumbaba, un pluralismo de estilos comenzó a emerger. La arquitectura, aunque permaneció monumental, se volvió decorativa y ornamental y se desarrollaron una serie de movimientos. El naturalismo surgió en esta década como un movimiento que se esforzaba por combinar entusiasmo por la objetividad científica con una dedicación a los ideales éticos y sociales. Los artistas y escritores naturalistas intentaron presentar exactamente, hasta el más mínimo detalle, el sufrimiento de las víctimas de la sociedad. La reacción contra el naturalismo no se hizo esperar cuando los artistas y escritores transformaron su deseo de retratar de modo “realista” los aspectos externos de la conducta y el ambiente por la representación subjetiva de los sentimientos y sensaciones. Este movimiento fue llamado impresionismo. Una tercera tendencia fue el art noveau, que enfatizaba lo decorativo y ornamental y se alzó en oposición a la persecución de la “realidad” y a los estilos académicos dominantes.


Según John Barlow , en un contexto de formas sociales arcaicas y progreso tecnológico, este pluralismo de estilos se hipertrofió en una necedad que preparó el camino para la revuelta. La rebelión que emergió se alzaba contra el periodo en su conjunto, su optimismo, su carencia de compromiso social o ético, su nacionalismo, su estilo de vida burgués. Para finales de la primera década del siglo xx había una considerable agitación artística en Alemania. Los nuevos artistas y escritores reconocieron que una sociedad de optimismo soso y autosatisfacción artificial fomentaría una pluralidad de estilos y movimientos en las artes y que una rebelión puramente estética sería absorbida sin más por la situación. Un estilo verdaderamente nuevo y revolucionario tendría que atacar la base de la cultura dominante.


Esta revolución recibió pronto el epíteto de “expresionismo”. El término apareció por primera vez en Alemania en 1910 y fue usado el año siguiente en un catálogo referente al fauvismo francés y las primeras obras cubistas exhibidas en Berlín. Para 1912, el término se empleaba regularmente. Mientras las distorsiones expresionistas aparecían en Alemania, el cubismo en Francia y el futurismo en Italia iban ganando terreno. Una rebelión general contra la representación, el esteticismo y la tradición estaba recorriendo el continente.


Hasta finales del siglo xix el arte pictórico había expresado las facetas visibles (físicas y morales) del ser humano, la belleza (el renacimiento) o el dolor (el barroco). Sólo Goya, excepcionalmente, había destrozado las convenciones en la representación de la anatomía para bucear en los misterios del mundo interior. Este camino fue seguido aisladamente por algunos pintores de diferentes países: el belga Ensor, el suizo Hodler o el noruego Edvard Munch, cuya obra El grito (1893) es un símbolo de la emoción delirante que ha tenido una gran influencia en el arte posterior.


En 1905 se constituyó en Dresde un grupo que adoptó la denominación de Die Brücke (El puente), coetáneo del movimiento fauvista francés. Sin embargo, mientras los pintores fauves se dejaban ganar por la sensualidad del color para plasmar un arte amable, los alemanes, con una técnica similar en cuanto a la intensidad de las siluetas y las masas cromáticas, aunque preferían colores oscuros con la inclusión del negro, diferían por su concepción atormentada, por la plasmación de las angustias interiores del hombre.


Como apunta Janice Anderson , aunque esta denominación se ha asociado principalmente con la obra de un grupo de artistas de Dresde, Munich y Berlín, el expresionismo no fue sólo un movimiento artístico, sino también un modo de vida. El término se convirtió después de la Primera Guerra Mundial en un modo de describir un particular enfoque hacia la vida y el trabajo creativo. Lourdes Cirlot, como otros teóricos, sostiene que “el expresionismo podría explicarse como una manera de entender el mundo.” 


Los primeros “expresionistas” fueron un grupo de estudiantes de arquitectura en Dresde que sintieron, como muchos de sus contemporáneos, que la atrofiada sociedad de la Alemania de Guillermo II debía cambiar para satisfacer las necesidades de la juventud de aquel entonces. Dresde era un gran centro cultural, ideal como base del nuevo movimiento. Fue aquí donde cuatro estudiantes de arquitectura, Eric Bleyl, Ernst Ludwig Kirchner, Eric Heckel y Karl Schmidt-Rottluff, fundaron un grupo al que pronto se unieron Emil Nolde y Max Pechstein.


Kirchner redactó en 1906 un texto con carácter de manifiesto para Die Brücke que decía, entre otras cosas: “queremos alcanzar libertad para nuestras manos y nuestras vidas, contra la voluntad de las viejas fuerzas establecidas.” En 1907 el historiador del arte Wilhelm Worringer había publicado Abstracción y empatía, una obra en la que se sostenía que la emoción no puede codificarse en fórmulas y que el artista necesita una libertad total. Las palabras de este manifiesto, procedentes de jóvenes idealistas, eran difíciles de poner en práctica en la sociedad, aunque el arte, como medio de comunicación, ayudaría a diseminar el mensaje. Escogieron a Vincent van Gogh como la figura del pasado que los inspiraría. El nombre adoptado por el grupo, extraído de Así habló Zaratustra de Nietzsche, es un símbolo de su esperanza de construir un puente entre lo viejo y lo nuevo. Kirchner, considerado jefe de la escuela, intentaba con su paleta estridente y los trazos angulosos demostrar la abyección y los oscuros deseos que laten en el fondo de los seres humanos. Este arte interior, brutal y angustiado, concebido como una excavación bajo la superficie de una sociedad hipócrita, era ya un movimiento ampliamente seguido, pero carecía de nombre hasta que, en 1910, Worringer acuñó el término “expresionismo” en la revista Der Sturm. Dos años más tarde, el historiador publicó La esencia del estilo gótico , una justificación estética para los pintores alemanes: frente al humanismo clásico del sur, el gótico traduce las inquietudes de los hombres que viven en un ambiente austero y frío. La condición fundamental del hombre nórdico es su ansiedad metafísica y su arte un recurso catártico. Worringer planteaba una relación directa entre el gótico, el barroco y el expresionismo, los cuales eran vistos como manifestaciones diacrónicas de una tendencia estética común, básicamente opuesta al clasicismo.


En 1910 el grupo Die Brücke se trasladó a Berlín, que en aquellos momentos ofrecía mayores posibilidades para exponer las obras y darlas a conocer al público. En este sentido fue decisivo Herwart Walden, fundador de una revista, Der Sturm, que se convertiría rápidamente en el órgano difusor del expresionismo. Walden también abrió en Berlín una galería con el mismo nombre que la revista en la que expondrían numerosos artistas procedentes de Dresde, Munich y otros lugares de Europa. Mientras tanto, en Munich otro grupo había desarrollado su propia forma de expresionismo aglutinados en torno al artista ruso Vassily Kandinsky. Der Blaue Reiter (El jinete azul) incluía a Franz Marc y August Macke. También estuvieron en contacto Alexei von Jawlensky, Paul Klee, los austriacos Oscar Kokoschka y Egon Schiele y el compositor Arnold Schönberg. Frente a la interpretación geográfico-étnica propuesta por Worringer, Kandinsky, brillante teórico, sostiene en su libro De lo espiritual en el arte un planteamiento más general, antropológico, según el cual todo arte auténtico es la expresión exterior de una necesidad interior. Por lo tanto, a una época angustiada debe corresponder un arte angustiado. Con su concepción de la pintura como expresión, mediante colores, de las emociones, el arte pictórico se aproxima a la música, que plasma no imágenes ni formas, sino sencillamente emociones mediante el lenguaje de los sonidos. El lenguaje formal adoptado por los artistas de Munich no resultaba tan agresivo como el de los artistas del norte de Alemania. Predominaban las líneas curvas y las asociaciones cromáticas eran más armoniosas. El arte de este grupo, según Cirlot, era más lírico.Los temas tratados por los expresionistas están relacionados con la opresión, el terror y la miseria. Abundan también referencias a los temas sexuales. Las ideas de Freud en torno a la sexualidad comenzaban a conocerse y esto repercutió lógicamente en la aparición de nuevas temáticas. Algunos temas abordados resultan claramente novedosos, como es la ciudad, con sus calles, edificios, coches y transeúntes que reflejan el ajetreo propio del mundo moderno. Los artistas expresionistas, con su negación a ver sólo el lado agradable de la vida, indignaron al público. Según Gombrich, “lo que irritó al público en el arte expresionista no fue tanto, tal vez, el hecho de que la naturaleza hubiera sido trastocada como que el resultado prescindiera de la belleza.” Frente al caricaturista, de un artista “serio” se esperaba que, de cambiar la apariencia de las cosas, esta alteración tendería hacia la idealización y no hacia la fealdad. Sin embargo, la armonía y la belleza no podían transmitir el sufrimiento, la violencia y la pasión de los expresionistas, quienes encontraban este arte clásico insincero e hipócrita. Este movimiento, violentamente antiburgués, consiguió provocar la cólera y el resentimiento del hombre vulgar. Cuando los nazis llegaron al poder en 1933, todo el arte moderno fue condenado y las principales figuras del movimiento fueron desterrados o se les prohibió trabajar. 


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