La revolución expresionista
El espíritu de rebelión que apareció en Europa central antes de la Primera Guerra Mundial sólo podía ser satisfecho con el completo derribamiento de todo lo establecido. No tenía programa, plan de ataque o estrategia. Incluso donde era político, no mostraba sentido político o entendimiento de las instituciones o problemas políticos. Era una rebelión artística, una explosión emocional, pero rehusaba verse a sí mismo confinado a cuestiones estéticas. El arte debía transformar todo el tejido social y la personalidad humana, pues un nuevo ser humano iba a emerger.
No todos los rebeldes en pintura, en teatro e incluso en música y en arquitectura se rebelaban contra todo. Mientras algunos eran políticamente activos, otros permanecieron apolíticos. Entre los expresionistas políticos se encontraban todo tipo de extremos, de comunistas a fascistas, si bien la mayor parte de los expresionistas no estaban interesados en asuntos políticos. La religión y el misticismo tuvieron un papel importante en esta rebelión, incluso cuando los artistas eran ateos. De todos modos, a pesar de las peculiaridades únicas de cada expresionista, algunos impulsos caracterizaron esta agitación y pueden ser empleados para esbozar su naturaleza. Los expresionistas clamaban estar en contra de toda tradición. Preferían la conmoción, la agitación y la explosión a la objetividad razonada que veían como un rasgo de la alegría burguesa. Eran antiestéticos, ya que asociaban las actitudes estéticas con el esnobismo burgués. Los instintos naturales, frustrados en la vida burguesa, necesitaban ser liberados para ser la piedra de toque de un nuevo y más humano estilo de vida. La calle, especialmente la calle urbana nocturna, se convirtió en un lugar de sentimientos elementales, libertad y dinamismo. Sin embargo, habría que señalar que la actitud hacia la calle de la ciudad y hacia la ciudad misma era ambivalente. La ciudad era tanto una clase de paraíso para los instintos, una alternativa a la necedad de la pequeña ciudad o del provincianismo rural, como una sofocante Sodoma tecnológica.
Los artistas y escritores expresionistas querían sacar a relucir el verdadero espíritu de las cosas y del mundo. Querían liberar la esencia de las cosas.
En el arte expresionista se dio un rechazo hacia todo lo que pareciera impresionista o mimético, hacia los tonos y pinceladas refinados y hacia la ejecución delicada en general. La rebelión expresionista afirmó la primacía de una subjetividad apasionada contra las normas sociales y las formas artísticas tradicionales. Al tiempo que sostenía una postura de sublevación artística y social, el expresionismo atacó los valores y las instituciones de la sociedad y cultura burguesas alemanas a través de provocativas actitudes y producciones artísticas. Stephen Bronner y Douglas Kellner reconocen que el expresionismo abogó por la subjetividad, la pasión y la rebelión, pero sostienen que se trata de un movimiento más complejo de lo que se suele reconocer. En esta obra, el expresionismo es reinterpretado como un movimiento de vanguardia que respondió de un modo rebelde al desarrollo de una sociedad burguesa en la era del capitalismo industrial. Desde esta perspectiva, el expresionismo no es únicamente importante como fenómeno artístico, sino también como movimiento social y parte integral de una cultura y conciencia del siglo veinte que proporciona ideas críticas sobre una época que todavía no se ha acabado.
De acuerdo con estos autores, aunque dentro del expresionismo existen elementos metafísicos y énfasis en la visión, la intuición y lo que es etiquetado como “irracional”, este énfasis no puede definir adecuadamente este movimiento como un todo. De hecho, muchos expresionistas trataron de superar las distinciones académicas tradicionales entre racionalismo-irracionalismo, objetivismo-subjetivismo, materialismo-idealismo. En otros, estas polaridades se vieron envueltas en fieras batallas que algunas veces se inclinaron hacia un polo y otras veces hacia el otro. Mientras algunos expresionistas eran claramente irracionalistas y subjetivistas extremos, en otros su idealismo era frecuentemente atemperado por el materialismo y sus rebeliones subjetivas contenían a menudo críticas racionales sobre la sociedad y las ideologías.
Sin embargo, aunque las tendencias que hoy llamamos expresionistas tomaron la mayoría de sus formas características y tuvieron su mayor impacto en Alemania, no se debe concluir que sea algo exclusivo del “alma alemana” o un movimiento exclusivamente alemán. Esta es una noción ampliamente extendida que merece una revisión. Desde Worringer, en la citada La esencia del estilo gótico, hasta teóricos tan importantes como Kracauer y Eisner , el expresionismo se ha visto como algo propio de unas especiales condiciones del alma alemana. Kracauer llega a afirmar que las películas de la Alemania de Weimar son “única y totalmente comprensibles en relación con el profundo perfil psicológico que caracteriza a ese país.” Respecto al texto de Eisner, Sánchez-Biosca apunta: “Cuando Worringer intenta descubrir cierta Stimmung (atmósfera) que caracteriza a todo el arte alemán desde la Edad Media pasando por el romanticismo y culminando en el expresionismo, podemos ver expresa la idea de Eisner del alma demoniaca.” Es decir, Eisner extiende lo que para Worringer es el arte de los pueblos del norte a todo el cine alemán.
El expresionismo responde a las experiencias de un mundo mecanizado e industrializado emergente. Según apuntan Bronner y Kellner, privitivismo y modernismo se encuentran extrañamente mezclados en el expresionismo. La reacción expresionista a la modernidad invoca frecuentemente conmoción y rebelión apasionada, utilizando formas grotescas y en ocasiones primitivas para expresar y experimentar. En consecuencia, la distorsión expresionista, lo grotesco y la fealdad, rasgos formales centrales del arte expresionista, son modos de visualizar e interpretar las experiencias de una emergente sociedad industrial, y no simplemente expresiones de un “alma teutónica”.
Por otra parte, el expresionismo debería ser visto como una tendencia artística internacional. Los predecesores del expresionismo alemán procedían de una variedad de países y el propio expresionismo ejerció una gran influencia en Europa y Estados Unidos. No fueron sólo los alemanes los que se volvieron hacia lo “irracional” y lo “primitivo” en arte. Rousseau es a menudo percibido como el defensor europeo de lo “natural” y pintores franceses como Gaugin, Henri Rousseau y los fauvistas, además de otros europeos como Van Gogh y Munch, utilizaron formas “primitivas” en sus obras. Lo que es más, pintores expresionistas como Kandinsky y Jawlensky eran rusos. Por lo tanto, el expresionismo debería ser visto como parte de una serie de rebeliones de vanguardia y no como una característica exclusiva del “alma alemana”. Otros autores, como Janice Anderson , están de acuerdo con este carácter internacional del expresionismo. Para Anderson, como el expresionismo era un modo de sentir más que un simple movimiento artístico, muchos otros artistas de otros países son ahora reconocidos como expresionistas.
Ya hemos mencionado que el expresionismo tomó sus formas más características y tuvo su mayor incidencia en Alemania. Si nos fijamos en las condiciones sociales y en la infraestructura cultural que dieron forma al movimiento podremos explicar el origen y el carácter culturalmente dominante del expresionismo en Alemania desde aproximadamente 1910 hasta principios de los años veinte. El expresionismo hundía sus raíces en una específica tradición cultural alemana. Alemania tenía un largo historial de rebelión artística e individualismo extremo, exhibido en su teatro y pintura barrocos, Sturm und Drang y romanticismo. La influencia filosófica crucial del expresionismo fue Nietzsche, cuyo impacto en Alemania en el cambio de siglo fue extremadamente poderoso. En música, Beethoven, Wagner y Mahler eran parte de la herencia alemana. Tanto las tradiciones pictóricas románticas, góticas y barrocas influenciaron las creaciones expresionistas. Por otra parte, Alemania poseía una infraestructura cultural que podía promover la vanguardia artística: una cultura de cafés, teatros, variedades, cabarets, galerías de arte, revistas literarios y políticos, así como editoriales, algunas de las cuales promocionaban el arte expresionista. Grupos de pintores, Die Brücke y Der Blaue Reiter, producían, exhibían y propagaban las obras pictóricas expresionistas, mientras nuevos poetas y escritores tenían acceso a revistas expresionistas como Der Sturm y Die Acktion. Emergieron subculturas expresionistas en Munich, Dresde, Berlín y otras ciudades alemanas que proporcionaron un ambiente que apoyaba el crecimiento y propagación del movimiento. En consecuencia, señalan Bronner y Kellner (18), fue la tradición cultural y la infraestructura alemana, junto con el peculiar desarrollo del capitalismo industrial alemán, lo que ayudó a producir el expresionismo como el movimiento artístico dominante, y no ninguna nebulosa alma teutónica.
Según estos autores, para entender la génesis del expresionismo debemos verla como un desarrollo tardío de una serie de rebeliones románticas anticapitalistas que emergieron en el siglo diecinueve. Los románticos enfatizaron el genio creativo artístico individual y los poderes de la imaginación. En la multitud de rebeliones románticas se encontraba una creciente preocupación por la “vida interior” y los poderes creativos del individuo.
El expresionismo produjo algunos de los últimos intentos de preservar la subjetividad individual contra los asaltos de las cada vez más poderosas y represivas sociedades. Así, los famosos gritos del arte expresionista representan los gritos del sujeto haciendo frente a la represión y a las amenazas a su autonomía, vida interior y valores.
La importancia de la revolución iconoclasta del expresionismo y sus innovaciones vanguardistas reside, de acuerdo con Murphy , en que resuelven muchos de las deficiencias y contradicciones literario-históricas de su principal predecesor, el naturalismo. Por ejemplo, en contraste con la solidez de la verosimilitud naturalista, lo que el texto expresionista intenta es minar las apariencias con el fin, en primer lugar, de conmocionar a la audiencia y socavar el conservadurismo inherente y el sentido de tranquilidad que se deriva de reconocer lo familiar y, en segundo lugar, de destruir la reconfortante ilusión de la audiencia de haber dominado conceptualmente o fijado la realidad.
Murphy resalta que hay otra importante dimensión en este vanguardista asalto a la convención estética. Si lo “real” en arte es un efecto producido por el uso de ciertos códigos de representación culturalmente privilegiados, entonces a través de la contundente reescritura de los viejos códigos, el expresionismo milita contra esta hegemonía semiótica. Es en la ruptura rotunda con esos viejos modos de ver que el expresionismo se rebela contra lo real. Al crear imágenes cuya ficcionalidad está en primer término, presentándolas como puras construcciones, tiene éxito en inscribir una revolucionaria actitud abierta y una resistencia hacia la clausura en el texto. Así alcanza uno de los principales objetivos de la vanguardia: afloja el control de los códigos culturales dominantes sobre la construcción de lo real al mantener abierta la posibilidad de construcciones alternativas y al demostrar las infinitas posibilidades de reescritura de lo real.
De este modo, la tarea del artista expresionista es desplazar el carácter fijo de los viejos sistemas con una nueva elasticidad. Por lo tanto, más que confirmar la posición del lector en la cosmología heredada, como movimiento vanguardista, el expresionismo quiebra las ideologías rígidas y las imágenes fijas en las cuales el individuo confía.
Al revelar su propia naturaleza ficticia, el texto expresionista descentra al lector, lo fuerza a salir de su lugar habitual dentro del sistema y le ofrece no una posición ideológica alternativa simple e igualmente fijada, sino una multiplicidad de alternativas. Por lo tanto, el modo expresionista de liberación puede tomar ocasionalmente la forma de hacer al lector consciente de que el mundo real que habita es una ficción que simultáneamente sirve como una prisión o laberinto que le impide acceder a una experiencia genuina.
Las rebeliones expresionistas condujeron a menudo a excesos indisciplinados, pero también produjeron obras que revolucionaron la expresión artística e influenciaron la posterior creación estética. La pasión y rebelión expresionista tomó muchas formas, a menudo contradictorias. Los expresionistas, dicen Bronner y Kellner , tendieron a apoyar la rebelión per se, en muchos casos sin especificar qué formas adoptaría la humanidad liberada.
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