Mirada Iconologica de Munch

Melancolía: Contagiado del impresionismo y sobre todo del simbolismo de algunos artistas del cambio de siglo, Munch se aleja pronto de las tendencias naturalistas en las que se había formado y rompe con todas las convenciones artísticas y sociales de su época. Junto a algún paisaje temprano pintado al aire libre, este espacio reúne obras clave para comprender la futura evolución del pintor, como Atardecer (1888), en la que su hermana Laura, que luego sufrirá una enfermedad mental, aparece sola y ensimismada. Madre e hija, 1897. Nasjonalmuseet for kunst, arkitektur og design, Oslo Atardecer, 1888. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid A partir de ahí, se produce una reducción formal del paisaje y los rostros de los personajes van perdiendo sus facciones. Atardecer. Melancolía y sus sucesivas versiones, o Madre e hija y Los solitarios, de diferentes etapas, son ejemplo del nuevo lenguaje artístico, simbólico y poético que acrecienta la intensidad emocional. La factura impresionista aún evidente en el retrato de Laura va siendo sustituida por un lenguaje sintético de pinceladas ondulantes, mientras que los colores disonantes y la acusada bidimensionalidad le alejan ya de las impresiones objetivas del arte anterior y comunican conceptos subjetivos.
Melancolia


Muerte: “Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna”, dijo Edvard Munch que, a pesar de ello, veía en ellas una alegoría de la creatividad. El pintor consideraba el desmoronamiento físico y mental como un estado en que la imaginación estética podía superar las limitaciones de la razón y dar lugar a la experimentación. “Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en esta pintura”; La niña enferma y sus múltiples variaciones, tanto en pintura como en grabado, son la personificación del sentimiento existencial de miedo a la muerte, y muestran ese proceso creativo abierto en el que cada versión “añade a su modo algo al sentimiento de la primera impresión”. La composición de Muerte en la habitación de la enferma (1896), con su teatral puesta en escena cargada de drama y dolor, o Agonía en la que, con su técnica abocetada de grandes y expresivas manchas de color, está representada la experiencia física de la muerte, son algunas de las emblemáticas obras reunidas en este espacio.


By the Deathbed (Fever). 1893.

Pánico
: En paralelo a las innovaciones científicas y tecnológicas de la segunda mitad del siglo XIX, el nuevo ambiente urbano, abarrotado por las masas, transformó el modo en que el hombre moderno percibía su relación con el mundo. La angustia, la ansiedad y la incertidumbre sustituyeron súbitamente a los viejos ideales y convicciones. Munch tenía pánico a las multitudes y sentía la ciudad de una manera traumática, como un lugar de estrés y agitación donde el hombre se veía sometido a múltiples experiencias negativas. La niña enferma, 1907. Tate, donación de Thomas Olsen La versión litográfica de El grito presente en la exposición contiene todos los elementos de angustia existencial de la obra original, en el que un bello lugar de esparcimiento se transforma en escenario de la desintegración y destrucción de un orden racional, y la siniestra figura con cabeza en forma de clavera y su mueca de terror busca desesperadamente nuestra mirada, mientras se tapa los oídos para no escuchar el grito estridente que le rodea. Otros grabados y xilografías reunidas en la sala, como Ansiedad, Pánico o Pánico en Oslo, representan auténticos dramas visuales cuyos aterrados protagonistas son arrastrados por el pulular anónimo y angustiado de las muchedumbres en las calles de la ciudad.

El puente 

 Mujer: Munch convirtió a la mujer en el centro de su universo pictórico. En Mujer (1925) están representadas tres etapas vinculadas al proceso biológico de la vida sexual femenina: la femme fragile, la femme fatale y la mujer madura. Una síntesis de su concepción de la mujer en torno a esos dos arquetipos contrapuestos que se repetirán a lo largo de toda su obra: la mujer idealizada (femme fragile) y demonizada (femme fatale). La primera, la mujer ideal, casta y delicada la encontramos en Pubertad (1914-1916) o en Noche de verano. La voz (1894), unas obras con las que Munch logró establecer como nadie el paradigma del despertar de la sexualidad en la mujer, creando un modelo que imitarían más tarde artistas como Schiele, Kirchner o Picasso; y la otra imagen de la mujer, la seductora, amenazadora y dominadora, aparece en obras como Mujer pelirroja con ojos verdes. El pecado (1902) .
Vampire. 1895.


 Melodrama: El teatro de Ibsen y de Strindberg influyó en la composición de algunas pinturas del artista noruego, como queda patente en la serie La habitación verde. Los personajes parecen estar en un pequeño escenario, convertidos en actores que se mueven frente a nosotros con expresiones distorsionadas de ansiedad y dolor o en actitud introspectiva. El espacio es asfixiante, con un interior recargado, decorado con papel pintado y muebles demasiado grandes, incrementando la sensación de claustrofobia. Mujer pelirroja con ojos verdes. El pecado, 1902. Kunsthaus Zürich El grito, 1895 .The Metropolitan Museum of Art, Nueva York, legado de Scofield Thayer, 1982 Celos, en sus diversas versiones pictóricas o litográficas, enfrenta de manera directa las figuras del hombre y la mujer con el espectador, volviendo a mostrar en esta serie la sintonía con su amigo Strindberg, que trató también el tema en sus escritos y en alguna pintura; para ambos, la experiencia del amor estimula sentimientos de celos, angustia, incertidumbre o desesperación.


Amor: En la mayor parte de las representaciones del amor en la obra de Munch hay un cierto deleite en ese lado oscuro del sentimiento. Es el caso de El beso, del que se reúnen varias versiones en esta sala y cuyos personajes entrelazados van perdiendo progresivamente su identidad, desde las composiciones más tempranas en las que aparecen las dos figuras besándose con pasión junto a una ventana, hasta la total simbiosis de los amantes en una forma abstracta de las versiones gráficas. Las versiones de Mujer vampiro aparece la sensualidad perversa, con esa figura desnuda abrazando a su víctima, un hombre en posición sumisa y envuelto por su larga melena pelirroja al que absorbe toda la energía vital; y el beso se convierte en mordisco y en símbolo de posesión, física y psicológica.

Nocturnos: Partiendo del paisaje como reflejo de la tensión emocional, las escenas nocturnas de Munch acentúan más aún su contenido psíquico gracias a todo un repertorio de signos, como sombras, árboles o rocas, que se interponen entre la visión y la percepción sensorial, entre el mundo exterior e interior. La simplificación de las formas y el intenso juego de contraluces hacen que fijemos especialmente nuestra atención en la superficie pictórica del cuadro. En Bajo las estrellas (1900-1905), los amantes se abrazan en una oscura noche estrellada en la que flotan las sombras; y en Noche de invierno (1900-1901) o en La casa roja en la nieve (1925-1926), los árboles parecen surgir del inconsciente y las sombras producen una sensación de inquietud y desasosiego. Mujer vampiro en el bosque, 1916- 1918. Munch-museet, Oslo Celos, 1913. Städel Museum, Frankfurt am Main, depósito de una colección privada.

der sturm moma ny, 1893

 Vitalismo: Edvard Munch regresa a Noruega en 1909 tras un largo exilio voluntario en Francia y Alemania. Un sentimiento nacionalista y de armonía, y una voluntad de replanteamiento artístico, dieron lugar a una nueva etapa creadora que le llevó a centrarse en motivos plásticos más terrenales y a realizar unas obras más heroicas y vitalistas, con un estilo colorista y monumental y nuevos motivos, como el trabajo de la tierra, las escenas rurales o las estaciones del año. El manzano (1921), Adán y Eva (1909) o Las niñas en el puente (1933-1935) son buena muestra de esta nueva faceta creadora. En muchas de estas composiciones aparece la imagen del árbol, robustos ejemplares que se convierten en expresión de fuerza vital y símbolo de la cadena metabólica de la vida; una fusión perfecta entre el papel del árbol en la mitología nórdica, considerado por los vikingos el centro del universo, y la tradición cristiana, en la que representa tanto el mundo antes de la caída como la tentación.
The Girls on the Bridge


Desnudos: Convertidos sus personajes en la personificación de pasiones y sentimientos, Munch utiliza el cuerpo humano para formular esas emociones, por lo que muchas de las figuras desnudas que aparecen en sus cuadros poco tienen que ver con el problema pictórico de la representación del desnudo. Sin embargo, en las obras con figuras aisladas, pintadas a menudo a partir de modelos de estudio, Munch juega con las dos cualidades corporales óptica y táctil propias del desnudo, priorizando la belleza sensual y convulsa del cuerpo frente a las emociones; lo vemos en ‘Desnudo femenino llorando’ o en ‘Desnudo femenino de rodillas’. Por otro lado, en las décadas finales de su carrera se interesó también por el tema clásico del artista y la modelo, que pinta en su estudio de Ekerly, donde se instala en 1916 tras su deambular por ciudades diversas y que convierte en esos últimos años en espacio de experimentación y reflexión sobre las aspiraciones de su arte. Es una etapa de madurez artística y personal en la que Munch pinta con más libertad y energía que nunca.




Mujer en tres estados

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